RESUMEN DE INVESTIGACION HISTORICA DE EL CASERIO MURGIALDAI
Introducción
En la vasta extensión de la historia de Oñate, se alza una estructura que, al ser mencionada junto a su compañera, la Ermita de San Andrés, evoca una época dorada: el siglo XVI. Este simple enunciado transforma un caserío y una ermita en símbolos de una era de esplendor arquitectónico y espiritual, anclados en la fértil tierra vasca de Oñate.
El Caserío Murguialday: Raíces en la Historia
Siguiendo el camino que atraviesa la arboleda de San Martín desde el casco urbano de Oñate, se llega al caserío Murguialday, un lugar cuyas raíces se hunden en la profundidad del tiempo. Aunque los detalles de su edificación se han perdido en la bruma de los siglos, la investigación moderna nos ha brindado una luz sobre su pasado.
La casa solar de Murguialday, mencionada ya en documentos de 1461, ha sido testigo del paso de numerosas generaciones, portadoras del apellido que la distingue. Entre los siglos XV y XVI, esta casa albergó a nobles hijos de la tierra, como lo atestiguan los vestigios de la antigua vivienda, conectados a la estructura actual. Esta casa, que ha resistido los embates del tiempo, guarda en su interior historias de linajes y herencias, de familias que, como el viento, han dejado su huella indeleble.
El Legado de Murguialday
Con el paso del tiempo, la casa solar de Murguialday se transformó, adaptándose a las exigencias de cada época. El edificio actual, erigido hace un siglo, ha sufrido diversas modificaciones, reflejando los avances de la modernidad. A pesar de estas transformaciones, el legado de las familias que habitaron sus paredes perdura, como lo demuestra la historia de los apellidos que se entrelazaron con los muros del caserío.
La conexión de los Murguialday con otras tierras es palpable, como en los encuentros en Eulate y Larraona, donde el apellido perdura como un eco de su origen en Oñate. Las historias de Antonio y Pedro Murguialday, quienes dejaron su hogar natal para establecerse en tierras navarras, muestran cómo el apellido floreció lejos de su cuna, arraigándose en nuevas tierras.
La Ermita de San Andrés: Un Faro de Fe
La ermita de San Andrés, situada junto al caserío Murguialday, era un lugar de culto y de reunión para los habitantes del barrio. Aunque su historia está llena de incógnitas, su influencia en la comunidad fue innegable. Con su campana que llamaba a los fieles y su altar que recogía las oraciones de generaciones, la ermita era un faro de fe en la vida cotidiana de Murguia.
A lo largo de los siglos, las ermitas han sido símbolos de la devoción de los pueblos, y San Andrés no fue la excepción. Aunque muchas de estas ermitas desaparecieron con el tiempo, el recuerdo de San Andrés permanece en la memoria colectiva de Murguia, un testimonio de la profunda religiosidad que impregnaba la vida en Oñate.
El Siglo XVI en Oñate: Un Esplendor Inigualable
Oñate, en el siglo XVI, no era solo una villa; era un hervidero de fervor constructivo, un epicentro donde las artes y la fe se entrelazaban para dar lugar a monumentos inmortales. Los folletos de información turística, entregados con orgullo a los visitantes, nos revelan una serie de obras de incalculable valor y belleza, como la Capilla de la Piedad en la Parroquia de San Miguel. Esta joya del renacimiento, obra del ilustre Rodrigo Mercado de Zuazola, Obispo de Ávila, se erige como un compendio de las artes del siglo XVI, con su mausoleo en mármol, una reja plateresca de exquisita forja, y un retablo tallado en madera que desafía el paso del tiempo.
El humanismo y las ideas renacentistas también dejaron su huella en esta tierra, como lo demuestra la fundación de la Universidad de Oñate el 23 de abril de 1540, bajo una bula del Papa Pablo III. Esta universidad, la primera en Euskal Herria, se erige como uno de los edificios más relevantes del Renacimiento vasco, con una ornamentación de fachada que deslumbra y un patio interior de arcos de medio punto que reflejan la grandeza de su tiempo.
La Nobleza de Murguialday
El término «casa solar» en siglos pasados no era una simple referencia a un hogar, sino una afirmación de nobleza y linaje. Los habitantes de Murguialday, como tantos otros en la región, gozaban de privilegios que eximían de ciertos pagos y otorgaban preeminencias, resguardados por expedientes de hidalguía. Sin embargo, no era la única en el barrio de Murguia con tal distinción; otras casas, como Bixain, Elorrixa, y Umerez, también compartían este honor.
Los Murguialday, en su tiempo, defendieron su nombre y tierras con valor, como lo muestra un antiguo pleito en Navarra. La casa solar, conocida y respetada en toda la villa, era un bastión de hidalguía y fe, libre de tributos a los señores de Oñate, y hogar de cristianos viejos, limpios de raza y libres de la mancha de la Inquisición. En medio de la pujanza de obras y crecimiento de Oñate, estas familias de noble linaje jugaban un papel crucial, aunque sus labores, a veces, se confundieran con la sencilla labranza que conocieron sus descendientes.
Conclusión
La historia del Caserío Murguialday y la Ermita de San Andrés es una saga épica que entrelaza el linaje, la fe, y la evolución de una comunidad a lo largo de los siglos. En este rincón de Oñate, donde el pasado y el presente se encuentran, se guarda un legado que sigue vivo en las piedras de sus muros y en el aire que sopla entre sus árboles. Cada relato, cada nombre, y cada vestigio es una página en el gran libro de la historia vasca, un recordatorio de la grandeza de lo que fue y la esperanza de lo que aún puede ser.